Y detrás de ELLA, bañado por la luz de la mañana, que se colaba por la ventana de la vetusta Parroquia, bajo cuyo influjo, parecía que se iba haciendo carne su Imagen Divina como si el sol sevillano fuese insuflando de vida, los trozos de madera tallada, por donde iba resbalando, desde su corona de espinas, a sus pies clavados... ÉL...
Y a sus plantas... yo... Tan pequeña yo, que no me cabía en el pecho la gratitud...
y Él en su dolor ¡Tan Grande! Se me rompían en la garganta, cada plegaria de amor, que me inspiraba cada gota de su sangre...
Se me llenaron los ojos y el Alma de esa Bendita Luz, que su cuerpo crucificado desprende, y que al mío ha devuelto la salud, por el poder de su Santa Cruz y su Buena Muerte...
Y, por eso... Porque me quedé sin voz, de tanto y tanto como quería poder expresarte con los labios...
Que como el poeta aquel, con un simple beso, le dije todo lo que dentro del corazón llevo dentro.
Fdo.: Isabel del Valle
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